Alberto Fernández viene dando pasos estratégicos en el armado de una mesa política que le de robustez institucional. Quiere llegar al 2023 a paso firme y con la representación de todos los sectores del FdT. La idea es encaminar los debates internos y mantener cierto equilibrio para evitar peleas entre las diferentes facciones que integran la coalición gobernante. El proyecto, en su entretela esconde la idea de licuar el poder de Cristina, La Cámpora y llamar a una gran interna para elegir a los futuros candidatos.
Con el aire que le dio la remontada en las urnas en la provincia de Buenos Aires y el acto que encabezó en Plaza de Mayo, el Presidente trabaja la idea de articular un formato similar al del Frente Amplio uruguayo, que en su carta orgánica, establece, un sistema de mayorías para la toma de decisiones y órganos de acción con competencias delimitadas.
Fernández ya asumió la decisión política de acelerar el armado del espacio, que estaría abocado a la definición de líneas políticas generales, donde participen todos y no haya espacios para zozobras como las que generó Cristina en el gabinete cuando ordenó las renuncias en cadena que alteraron el pulso institucional.
La referencia más cercana para esta movida, sería la propia reunión que se celebró el lunes 15 en la sede del PJ, de la que participaron albertistas, cristinistas, sindicalistas, representantes de movimientos sociales y el jefe de Gabinete, Juan Manzur, que llevó la voz cantante de los gobernadores. A esos sectores se sumarían jugadores del massismo y de las intendencias.
El Presidente cree que la elección y la movilización por el Día del Militante modificaron la composición del Frente de Todos y equilibraron la relación de fuerzas. Un nuevo actor, con voz y voto, se sumó a la mesa de poder que hasta ahora integraban el Presidente; la vicepresidenta; el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa; el líder de La Cámpora, Máximo Kirchner, y el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. Se trata de la CGT unificada y los movimientos sociales.
La presencia del clan Moyano , con Pablo en un sillón en los triunviros, el Presidente cree que le da un “peso superlativo” a la central obrera que operará como un contrapeso. Los sindicatos, junto con las organizaciones sociales, gobernadores y los intendentes del conurbano, serán a partir de ahora los garantes de la gobernabilidad.
Pero antes de emprender su travesía hacia el 2023, Alberto debe tomar nota del verdadero resultado de la elección. Tiene que poner los pies sobre la tierra y evaluar los números fríos con la otra cara de la moneda. Por ejemplo, quedará escrito en la historia que Fernández es el presidente con la peor derrota en legislativas después de Fernando de la Rúa. En 2001 la Alianza cayó por 13 puntos a nivel nacional. En el 97’, Menem perdió por menos de los 8 puntos de la elección de este año.
Otro de los que tendrá que hacer su análisis, es el gobernador Axel Kicillof, que más que hacer un relanzamiento de su gestión, estaría obligado a dar un golpe de timón, ya que el peronismo, en todas sus versiones, tuvo el menor porcentaje de votos en la provincia de Buenos Aires también desde 2001. Por lo pronto, los intendentes ya le pidieron más lugares en el gabinete
La conclusión de los números fue a la que llegó la consultora Synopsis que sumó los votos de todas las ofertas peronistas en las últimas elecciones. En 2001 fue del 37,6%, pero ya desde 2003 estuvo siempre por encima del 50%, al punto que en 2013 llegó al 76,2% (Massa sumó votos que no eran de extracción peronista también).
En todas las elecciones desde 2003 hubo dos o tres ofertas del peronismo en la Provincia. El otro punto más bajo había sido en 2017, cuando entre Cristina Kirchner, Sergio Massa y Florencio Randazzo sumaron el 53,9%.
Este año, la suma Randazzo con Victoria Tolosa Paz deja las ofertas peronistas en un 42,8%.
Hay quienes aseguran que en lo sucesivo, Alberto Fernández planea profundizar en público el estilo conciliador que le dio un alto nivel de aceptación y evitar incluso las críticas directas a Mauricio Macri. “ Ahora viene otro Alberto, más parecido al del comienzo de la gestión”, dijeron desde el entorno del jefe de Estado.
El Presidente se prepara para la última etapa del año con tres metas en mente: la institucionalización del Frente de Todos con vistas a la celebración de internas en 2023; la elaboración de un programa económico para acordar con el FMI; y un acercamiento a la oposición para empezar a entablar un diálogo que lleve a un eventual consenso sobre las pautas para pactar el refinanciamiento de la deuda externa. Todavía ninguno de los temas empezó a germinar, pero diciembre será clave, aseguran en la Casa Rosada.
A pesar de que Alberto anunció que enviará ese proyecto plurianual al Congreso en los primeros días de diciembre, el programa económico destinado a fijar las metas fiscales, de inflación y monetarias para los próximos años de cara a un acuerdo con el Fondo todavía está en elaboración en el Ministerio de Economía, que conduce Martín Guzmán.
Aún no existe siquiera un borrador. Recién la semana próxima estaría listo un primer boceto, que luego debería pasar por revisión de la Secretaría de Legal y Técnica, a cargo de Vilma Ibarra. Los tiempos apremian y el Gobierno debe cerrar, como máximo, en marzo sus proyecciones. Pero los plazos de presentación aún son inciertos. De hecho, no se definió si el proyecto del Ejecutivo ingresará al Congreso antes o después del recambio legislativo, el 10 de diciembre.
Por ahora, el Ejecutivo ya solicitó una prórroga de las sesiones ordinarias, y luego llamará a extraordinarias. En la Casa Rosada nadie cree que el plan pueda aprobarse antes de fin de año y apuntan a los primeros meses de 2022. Mientras tanto, con los actuales niveles de inflación y con casi medio país en la pobreza, se avecina otro desafío. Se viene un fin de año caliente donde las organizaciones sociales pondrán las calles al rojo vivo en demanda de mayor cuota de alimentos.
Jorge Joury
Para ImpulsoBaires.com.ar
