En el escenario político argentino, dos veteranos diputados nacionales han captado la atención por sus recientes movimientos estratégicos que evidencian una clara búsqueda de mantenerse en sus bancas a cualquier costo. Ricardo López Murphy y Aníbal Tortoriello son ejemplos contundentes de la casta política que, sin dudarlo, cambian de color según la corriente que les ofrezca mayores oportunidades.
López Murphy, economista y actual diputado, ha decidido abandonar el bloque Encuentro Federal para formar su propio espacio llamado «Republicanos Unidos». López Murphy llegó a su banca gracias al partido Republicanos Unidos, pero luego, cuando se realizaron las internas partidarias y el veterano sabía que sufriría una dura derrota, abandonó el partido no sin antes intentar legalmente quedarse con el sello que no era suyo. Republicanos Unidos le dió vida a un político completamente desvalorizado. Ese acto de bondad casi les cuesta el partido a sus creadores tras la maniobra de L. Murphy. Ahora, nuevamente recurre a acciones repudiables para salvar su permanencia en la cámara de diputados.
Este cambio no es solo una cuestión de reestructuración interna, sino una maniobra calculada de cara a las elecciones de medio término. En su anuncio, el legislador afirmó que busca «formular propuestas legislativas y enfrentar el camino electoral» manteniendo siempre los valores republicanos. Sin embargo, este aparente compromiso con la ideología liberal parece más un intento de alinearse con el creciente apoyo hacia el liberalismo en el electorado porteño, que una convicción genuina. Su intención de captar votos en un panorama político fragmentado, especialmente en detrimento de La Libertad Avanza, liderada por Javier Milei, pone de manifiesto su oportunismo.
Por otro lado, Aníbal Tortoriello ha formalizado su renuncia al PRO, como señal hacia La Libertad Avanza, también con la vista puesta en las elecciones de octubre. Su decisión de dejar el bloque que conduce Cristian Ritondo, aunque aún no ha abandonado oficialmente el espacio, refleja un cambio de lealtad que responde más a su ambición personal que a una ideología política firme. Tortoriello, quien ha mantenido un diálogo cercano con figuras del libertarismo, busca consolidar su candidatura al Senado bajo el sello de Milei, mostrando que su prioridad es mantenerse relevante en el juego político, sin importar el costo. Tortoriello rompió de mala forma con el PRO rionegrino cuando su candidata a presidir el partido cayó frente al diputado provincial Juan Martín. Sin intenciones de aceptar la derrota y continuar trabajando políticamente en su espacio, decidió irse criticando al partido y anunciando la creación de su propio sello: «Creo Río Negro».
Pasó el tiempo y Tortoriello no logró reunir el apoyo ciudadano necesario para constituírlo legalmente y desde ese momento juega desesperadamente su inclusión en La Libertad Avanza para conseguir un lugar en la lista de Senadores. Con una imagen opacada por su intrascendente labor como diputado y su permanente discurso anti cargos que contrasta con sus propias acciones, su credibilidad se deteriora día a día. Su falta de cintura política (es un empresario volcado a la política) lo hace dar pasos que desorientan: afirma tener excelente trato con los dirigentes rionegrinos de LLA, como Lorena Villaverde, pero al mismo tiempo que no negocia con ellos, sino que lo hace con la cúpula libertaria de CABA, «que son quienes deciden». Paralelamente, afirma ser un servidor público dedicado al pueblo y no a las candidaturas, pero ha cambiado de partido dos veces en pocos meses para seguir en carrera por una banca. Esa clara meta directamente relacionada a ambiciones personales y no al bienestar de los vecinos, lo habrían llevado también a diálogar con el peronismo de los Soria como último recurso para llegar al Senado, por ahora, su mas alta aspiración. Su egocentrismo al momento de posicionarse ante los referentes provinciales de LLA podría costarle caro, ya que una figura de apoyo con imagen en caída podría ser una mala elección si se piensa en la necesidad de sumar senadores que tiene el oficialismo nacional.
Ambos casos ejemplifican la casta política que tanto se critica en Argentina. López Murphy y Tortoriello son políticos que han demostrado estar dispuestos a cambiar de bando si eso significa asegurar su lugar en el Congreso. En un contexto donde la fragmentación política es cada vez más evidente, estos movimientos no solo revelan su falta de principios, sino también una falta de respeto hacia los votantes que buscan representantes comprometidos con sus ideales. La búsqueda de poder a toda costa, sin una base ideológica sólida, es un claro indicativo de la casta política que sigue dominando el panorama argentino.