En su cruzada por reducir la brecha entre el dólar oficial y los paralelos, el ministro de Economía Luis Caputo ha acelerado el drenaje de las reservas del Banco Central. La estrategia logró empujar a la baja los dólares financieros, que operan en torno a $1.270, con una diferencia del 30% respecto al billete solidario.

Si bien esta caída de los denominados «dólares alternativos» es vista con alivio por descomprimir el riesgo cambiario, la contrapartida es el costo que implica para las ya menguadas reservas de la autoridad monetaria. Según cálculos privados, solo en las últimas dos semanas el BCRA habría sacrificado unos 300 millones de dólares mediante ventas en el mercado cambiario.

Este drenaje se suma a otros frentes de sangría como pagos al FMI y bonistas privados, además de las intervenciones para atender la demanda de importadores en el mercado oficial. El saldo negativo en ese segmento durante julio ya acumula 192 millones de dólares.

La consecuencia es una fuerte aceleración en la caída de las reservas brutas, que según las mediciones de economistas se redujeron en más de 2.000 millones de dólares en lo que va del mes. Pero más preocupante aún son las proyecciones sobre las reservas netas, que ya arrojan saldo negativo por encima de los 5.000 millones y podrían llegar a los 7.000 millones en dos meses.

Este escenario de fragilidad en las reservas genera inquietud entre los inversores respecto a la capacidad del Gobierno para enfrentar eventuales sobresaltos cambiarios o corridas contra los activos financieros. El propio presidente Milei anticipó que julio y agosto serían «meses complicados» por motivos estacionales.

Para paliar esta situación, la Casa Rosada confía en obtener nuevos préstamos de organismos multilaterales y los eventuales ingresos por el blanqueo de capitales a través del sistema financiero, aunque este último no aportaría un volumen significativo.

Mientras tanto, Caputo sigue apostando a reducir aún más la brecha cambiaria, incluso por debajo del 30%, como parte de su estrategia para despejar el horizonte y facilitar una salida ordenada del cepo. Pero los costos inmediatos para solventar ese plan están quedando cada vez más al descubierto.