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Las formas de Ricardo Sastre al frente del Gobierno generaron la reacción de Arcioni

El contraste en la forma de moverse al frente del ejecutivo que tienen Arcioni y Sastre fue tan notable que cuando el gobernador regresó de sus vacaciones, ordenó a su gabinete copiar el estilo del ex intendente de Puerto Madryn: salir a pisar el barro de la gente y menos las baldosas de la Casa de Gobierno.

Aunque para el vice gobernador es algo natural, para Arcioni, que es relativamente nuevo en política, el contacto con los vecinos e incluso con gremios en conflicto, no es algo habitual. Hay que recordar que Sastre fue presidente de un club de Madryn, legislador provincial e intendente además de relacionarse siempre durante años con dirigentes de mucha experiencia. Sastre vivió la política desde siempre y desde distintos lugares.
En cambio Arcioni, un escribano de Comodoro Rivadavia que llegó sorpresivamente a la política de la mano de Mario Das Neves, cuenta con apenas seis años de ruta política que lo tuvo, directamente como vice y ahora gobernador.
Arcioni llegó a la fórmula como vicegobernador cuando Das Neves lo eligió buscando a alguien distinto, no «contaminado» y además porque era cercano a Sergio Massa.

Durante estos días de vacaciones del gobernador, Sastre no hizo grandes acciones al frente del ejecutivo, porque en realidad tampoco sería oportuno. Pero para sorpresa de funcionarios, del propio Arcioni y de muchos vecinos de la provincia, fueron justamente pequeñas acciones de acercamiento de Sastre las que devolvieron el recuerdo de que la política se hace cerca de la gente.
Sastre provocó una de las mayores sorpresas políticas del año sin necesidad de anunciar obras ni inversiones millonarias de ningún tipo
.

La formalidad de Arcioni, su falta de cintura política (por inexperiencia) y la imperiosa necesidad de aprobar la megaminería en la provincia contrastaron fuertemente con el simple acto (pero hoy no considerado menor) de caminar por las calles, conversar con los vecinos y presentarse en medio de protestas gremiales para ofrecer colaboración que realizó el ex intendente de Madryn y actual vice gobernador.

El gobernador de Chubut no tiene malas intenciones, claramente. La megaminería es para él, quizá la última esperanza de sacar su gestión a flote. También está convencido de que es la única forma de que la provincia sea «viable». Es una cuestión de convicciones, una forma de pensar.

Es obligación de un gobernante tomar decisiones o encarar reformas que considere las mejores para sus representados, incluso si no cuenta con la aprobación de ellos. Es justamente en lo que se basa la «representatividad política». Pero existe otra realidad, quizá mas importante aunque no esté escrita como teoría, y es que el representante no puede darle la espalda al pueblo. Esa actitud se puede notar de varias maneras: impulsando algo que la ciudadanía rechaza, pagando compromisos externos pero no los salarios, no caminar las calles ni sentarse con organizaciones sindicales, irse de vacaciones en medio de una pandemia mundial, etc, etc.

Ricardo Sastre no es gobernador de Chubut. Pero por unos días, gran parte de la provincia (exceptuando a Arcioni que estaba de vacaciones fuera de Chubut) sintió algo que hace años no sentía: tuvieron un gobernador que se acercó a los vecinos y que no evadió conflictos, sino que se sentó a escuchar y debatirlos. Sastre atravesó, caminando, una manifestación sindical sin guardaespaldas y sin temor a ser agredido. No por valiente, sino porque no dudó en estar donde le correspondía estar, a pesar de los riesgos.

Arcioni le ha reclamado a sus ministros hacer lo mismo. Es un avance. Sólo falta saber si también él puede hacerlo.

Por Joaquín Gayone