La transformación de los hábitos alimenticios en Argentina alcanza niveles históricos debido a la crisis económica que atraviesa el país. Los datos revelados por la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes muestran que el consumo de carne vacuna se desplomó a 47,2 kilos por habitante al año, una cifra que no se registraba desde hace casi tres décadas. La caída del 11,2% respecto al año anterior refleja una profunda modificación en la dieta de los argentinos, tradicionalmente caracterizada por su alto consumo de carne bovina.
La pérdida del poder adquisitivo ha forzado a los consumidores a buscar alternativas más económicas. Las estadísticas del IPCVA revelan un dato significativo: mientras la carne vacuna aumentó un 33% entre enero y octubre, el pollo y el cerdo experimentaron incrementos sustancialmente mayores, de 176% y 173% respectivamente. A pesar de esta diferencia en los aumentos, las familias optan por estas alternativas debido a su menor costo final por kilo.
El panorama se torna más complejo al analizar la producción total del sector, que alcanzó 2,631 millones de toneladas en los primeros diez meses del año, representando una contracción del 4,5% interanual. Miguel Schiariti, presidente de CICCRA, señala que la recuperación del consumo interno no se vislumbra hasta bien entrado el próximo año, cuando potencialmente podrían mejorar los ingresos de los consumidores.
Paradójicamente, mientras el mercado interno se contrae, las exportaciones de carne vacuna registran números récord con 784.000 toneladas, un 12% más que el año anterior. China continúa siendo el principal destino con el 68,4% de las exportaciones, seguido por Israel y Estados Unidos, que han aumentado significativamente sus compras. Esta dicotomía entre mercado interno y externo profundiza la brecha en el acceso a la proteína roja para los consumidores locales.