La inflación subió al 2,7% en diciembre, lo que ha frustrado las expectativas del gobierno de Javier Milei, quien había fijado una meta para reducir la tasa de devaluación mensual del tipo de cambio (crawling peg) del 2% al 1%. Este incremento en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) no solo contrarió las proyecciones optimistas del Ejecutivo, que esperaba una cifra por debajo del 2,5%, sino que también ha desatado tensiones internas en el equipo económico. A medida que las diferencias entre los miembros del gabinete se hacen más evidentes, el ministro de Economía, Luis Caputo, se ha visto obligado a justificar el repunte inflacionario, atribuyéndolo a la recuperación de ingresos y actividad económica, una explicación que ha sido considerada insuficiente por muchos analistas.

El aumento de la inflación ha generado un clima de incertidumbre en los mercados, que ya anticipaban un IPC más elevado, lo que llevó a que Argentina fuera una de las naciones más afectadas por la caída de los mercados globales. La situación se complica aún más con las exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) para que el gobierno argentino levante el cepo cambiario y unifique el tipo de cambio, lo que ha intensificado las fricciones entre los funcionarios y ha puesto en jaque la estabilidad del programa económico del gobierno. En este contexto, las tensiones entre Caputo y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, se han agudizado, reflejando la lucha interna por definir el rumbo económico en un entorno cada vez más desafiante.