Javier Milei ha vuelto a ser protagonista de una controversia, esta vez centrada en la actriz Cecilia Roth, a quien ha atacado verbalmente tras acusarla de censura. En un mensaje publicado en redes sociales, Milei se refirió a Roth de manera despectiva, sugiriendo que su escasa venta de entradas se debe a la falta de demanda y no a una supuesta censura por parte de su gobierno. Esta situación ha desatado una serie de reacciones tanto a favor como en contra del mandatario.
Cecilia Roth, en su intervención, afirmó que el gobierno de Milei está limitando la libertad de expresión en temas sensibles como la dictadura cívico-militar, el género y el cambio climático. «Lo estamos tragando todo esto», expresó, alarmada por lo que considera un ambiente de censura que afecta a la cultura y la libertad de opinión. Su declaración ha resonado en un contexto donde Milei y sus aliados, como Agustín Laje, han defendido su postura, argumentando que no existe censura en el país y que la crítica de Roth es una reacción a la pérdida de privilegios de ciertos sectores culturales.
El intercambio entre Milei y Roth es solo un episodio más en un patrón de ataques del presidente hacia figuras públicas que critican su gestión. A lo largo de su mandato, Milei ha mostrado una tendencia a responder con agresividad a las disidencias, lo que ha generado un clima de polarización en el debate público. La respuesta de Laje, quien descalificó a Roth y defendió la libertad de expresión en el contexto de su gobierno, también ha sido objeto de controversia.
La situación plantea un dilema sobre la libertad de expresión en Argentina. Si bien Milei sostiene que nadie ha sido físicamente atacado o censurado, las reacciones inmediatas y agresivas de su administración hacia las críticas generan inquietud. La actriz Verónica Llinás, entre otros, ha expresado su apoyo a Roth, destacando la importancia de defender a quienes son atacados por expresar opiniones divergentes.
Este episodio no solo revela la tensión entre el gobierno y la cultura, sino que también pone de manifiesto la lucha por el espacio de la disidencia en un contexto político cada vez más polarizado. La pregunta que queda en el aire es si realmente hay un ambiente de censura en la Argentina de Milei o si se trata de una respuesta legítima a las críticas que enfrenta su administración.