La economía china muestra señales de alarma. La industria manufacturera, pilar fundamental del gigante asiático, experimentó un retroceso significativo en mayo, según datos del índice gerente de compras (PMI). Este indicador, elaborado por Caixin y S&P Global, reveló una contracción del sector por primera vez en ocho meses, situándose en 48,3 puntos.

Este dato, que contrasta con las cifras oficiales del gobierno chino, evidencia la creciente presión que enfrenta el modelo económico del Partido Comunista, especialmente en el contexto de la guerra comercial con Estados Unidos. La caída en los nuevos pedidos de exportación, que alcanzó su nivel más bajo desde julio de 2023, refleja la disminución de la demanda internacional y la desconfianza de los mercados globales hacia los productos chinos.

Para mantener su competitividad, los fabricantes chinos han recurrido a la reducción de precios durante seis meses consecutivos, una estrategia que revela la presión deflacionaria y la pérdida de márgenes en el sector. Sin embargo, esta medida no ha logrado detener la caída, poniendo de manifiesto la dependencia de China de las exportaciones en un momento en que su acceso a los mercados occidentales se ve cada vez más limitado.

Estados Unidos ha intensificado su postura frente a China, implementando restricciones tecnológicas, controles a la exportación y revisiones de beneficios arancelarios. Estas medidas, sumadas a las acusaciones de prácticas desleales y robo de propiedad intelectual, están debilitando la capacidad de China para sostener su industria.

Los expertos advierten que este retroceso no es solo un bache temporal, sino una señal de que el modelo económico autoritario chino enfrenta límites estructurales. La caída del consumo interno, la crisis inmobiliaria y el desempleo juvenil son otros desafíos que complican el panorama económico del país.