La vicepresidenta Kamala Harris se convirtió oficialmente en la candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos, convirtiéndose en la primera mujer no blanca en alcanzar esta nominación por uno de los dos principales partidos políticos. Tras el abrupto retiro de Joe Biden, Harris logró asegurar los compromisos necesarios de 1.976 delegados en apenas 32 horas, demostrando un sólido respaldo dentro de su partido.

Hija de inmigrantes de la India y Jamaica, Harris ha destacado por su trayectoria como fiscal y senadora por California. Su ascenso político ha estado marcado por una firme oposición a las políticas del expresidente Trump, ejerciendo un papel de «obstáculo confiable» para la agenda republicana. Su capacidad para interpelar a nominados clave, como el juez Kavanaugh, le otorgó una plataforma nacional.

Aunque su primera campaña presidencial en 2019 se vio opacada por discrepancias internas y dificultades para articular un mensaje coherente, Harris ha reafirmado su compromiso con temas cruciales como la defensa de la democracia, la prevención de la violencia armada y el derecho al aborto. Su experiencia como fiscal la posiciona para arremeter con contundencia contra Trump y sus acusaciones penales.

A pesar de las críticas iniciales, las encuestas sugieren que los demócratas ven con mayor satisfacción a Harris como candidata en comparación con Biden. Su nominación histórica podría revitalizar al partido en su lucha por mantener la Casa Blanca y enfrentar lo que consideran una «amenaza existencial» representada por Trump.