La reciente destitución del ministro de Salud, Mario Russo, ha generado un gran revuelo en el ámbito político de Argentina. Santiago Caputo, en colaboración con el influyente grupo de los Lugones, tomó la decisión de despedir a Russo tras un conflicto interno sobre la distribución de funciones dentro del ministerio. Esta decisión se produjo después de que Russo intentara limitar el poder de los interventores impuestos por los Lugones, lo que desató una serie de tensiones que culminaron en su salida.

El conflicto estalló cuando Russo firmó varios decretos que restringían las funciones de varios funcionarios cercanos a los Lugones, incluyendo a Cecilia Loccisano, exesposa de Jorge Triaca, quien había sido instalada como interventora. Esta acción fue vista como un intento de Russo de recuperar el control sobre su ministerio, algo que los Lugones y Caputo no estaban dispuestos a permitir. La situación se tornó crítica y llevó a una rápida reacción, caracterizada por el despido de Russo.

El entorno de Russo ha señalado que los interventores se estaban enfocando más en habilitar clínicas privadas y en cumplir con las órdenes de la Superintendencia de Servicios de Salud, lo que generó descontento y cuestionamientos sobre la gestión ministerial. En este contexto, Caputo y los Lugones no solo despidieron a Russo, sino que también están considerando presentar denuncias penales por lavado de dinero contra Hugo Schwab, un operador del exministro que es considerado un vínculo entre Russo y los intendentes del Conurbano.

El impacto de esta crisis de gabinete podría ser significativo, ya que involucra a figuras clave dentro del gobierno de Javier Milei. La situación no solo refleja luchas internas por el poder, sino que también pone de manifiesto la fragilidad de la administración actual en medio de acusaciones de corrupción y mala gestión. La posibilidad de que Mario Lugones asuma el cargo de ministro de Salud genera aún más incertidumbre sobre el futuro de la política sanitaria en el país.