La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido con fuerza en el panorama laboral, generando incertidumbre en profesiones que antes se consideraban seguras y prometedoras. La programación, vista como la «carrera del futuro», ahora se enfrenta a la posibilidad de ser desplazada por máquinas capaces de codificar de manera más eficiente y rápida.
Aunque la IA ha demostrado ser útil en tareas repetitivas y en la automatización de procesos, expertos señalan que el conocimiento profundo y la creatividad de los programadores siguen siendo esenciales, especialmente en proyectos complejos que requieren la integración de diversas piezas de software. La seguridad también es un factor clave, ya que muchas empresas se muestran reacias a confiar datos sensibles a plataformas de IA como ChatGPT, optando por desarrollar sus propios modelos de código abierto.
En Argentina, al igual que a nivel global, se observa una estabilización en la demanda de programadores, tras el auge experimentado durante la pandemia. Este cambio no implica necesariamente la desaparición de la profesión, sino una transformación en el rol del programador, quien deberá adaptarse al nuevo paradigma integrando la IA como una herramienta aliada. «Más que programar, hoy importa comprender, crear, trabajar en equipo y saber integrar la IA como una aliada», afirmó un directivo de la Cámara de la Industria Argentina del Software (CESSI).
La clave para el futuro de los programadores reside en la capacidad de colaborar eficazmente con la IA, aprendiendo a desglosar tareas y a interpretar los resultados generados por los sistemas automatizados. Además, se vislumbra la aparición de un nuevo perfil profesional: el programador-auditor de IA, encargado de evaluar y garantizar la calidad del código generado por la inteligencia artificial.
En este contexto, la enseñanza de la programación sigue siendo relevante, aunque requiere un enfoque actualizado. Ya no basta con aprender a escribir código de memoria, sino que es fundamental desarrollar habilidades como la ingeniería rápida y la capacidad de descomponer problemas complejos en pasos programables. La programación, más allá de ser una habilidad técnica, fomenta el pensamiento lógico y la capacidad de entender cómo funcionan los sistemas, habilidades valiosas en cualquier ámbito profesional.