Luego del intempestivo despido de Diana Mondino del Ministerio de Relaciones Exteriores, el gobierno de Javier Milei ha buscado contener la escalada de acusaciones generada por este episodio. Las autoridades de la Casa Rosada han adoptado un tono más moderado, intentando calmar las aguas tras los cruces entre el entorno de la ex canciller y círculos cercanos al presidente.
Según pudo reconstruirse, el vínculo entre Mondino y Milei, que había sido muy cercano durante la campaña y los primeros meses de gestión, se fue erosionando gradualmente desde un incidente ocurrido en junio en una mezquita con representantes de países árabes. Desde entonces, la comunicación entre ambos se fue distanciando cada vez más, lo que habría derivado en la desafortunada votación de Argentina en la ONU sobre Cuba, un tema en el que Mondino no logró coordinar con el mandatario.
En este contexto de tensión, el ministro coordinador Guillermo Francos salió a intentar «sanar heridas», dejando entrever que Milei mantiene un «cariño» por Mondino y que buscará mantenerla en algún cargo, a pesar de la «purga ideológica» que se avecina en la Cancillería con la asunción de Gerardo Werthein. La imagen de la ex funcionaria entre los seguidores libertarios sigue siendo positiva, por lo que el gobierno prefiere evitar mayor desgaste.
Ahora, el foco estará puesto en cómo se darán los cambios en el Palacio San Martín bajo la nueva conducción, y cuáles serán los alcances de esa «depuración» que busca imprimir el ala más dura del mileiísmo, con Úrsula Basset y Nahuel Sotelo a la cabeza. La relación entre Mondino y Milei parece haber llegado a un punto de no retorno, pero el gobierno intenta contener los efectos de esta ruptura.