Durante la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) celebrada en Astaná, capital de Kazajistán, el presidente chino Xi Jinping se reunió con su homólogo kazajo, Kassym-Shomart Tokáyev. Ambos mandatarios mantienen una estrecha relación y comparten intereses comunes, dado que Kazajistán y China son miembros de la OCS junto a Rusia y otros países de Asia Central.
La OCS fue la primera iniciativa multilateral impulsada por China en 1996, con el objetivo inicial de fomentar la confianza y reducir la presencia militar en las zonas fronterizas tras la desintegración de la Unión Soviética. Posteriormente, se transformó en una red antiterrorista bajo el liderazgo de China y Rusia, con la que Pekín busca combatir el «terrorismo, el extremismo y el separatismo» en la región, especialmente en su provincia de Xinjiang.
Ahora, China quiere ir más allá y convertir a la OCS en una plataforma para crear un nuevo orden mundial que desafíe al actual, dominado por Occidente. En la reciente reunión entre Xi y Putin, el mandatario chino instó a «proteger los derechos e intereses legítimos de los países y defender las normas básicas de las relaciones internacionales». La OCS sería solo una de varias iniciativas multilaterales respaldadas por Pekín, como la Iniciativa de la Ruta de la Seda, los BRICS y la RCEP.
Según el experto Eberhard Sandschneider, China está en proceso de establecer instituciones alternativas a escala mundial que atraigan a naciones amigas, en su mayoría autocracias con una clara postura antioccidental. Esto se da en un contexto de cuestionamiento del orden mundial existente, percibido por algunos como un «paternalismo» de Occidente.
En la cumbre de Astaná, la OCS aceptó a Bielorrusia como nuevo miembro, otro aliado cercano de Pekín y Moscú. China muestra un especial interés en estrechar lazos con Bielorrusia, cuyo presidente, Alexander Lukashenko, lleva 30 años en el poder. Incluso el hijo menor de Lukashenko estudia actualmente en la prestigiosa Universidad de Pekín.