La sorpresiva disolución de la Asamblea Nacional francesa hace unas semanas desencadenó una rápida unión de partidos de izquierda, quienes conformaron el «Nouveau Front Populaire» (Nuevo Frente Popular) para enfrentar el avance de la ultraderecha. Liderados por Jean-Luc Mélenchon, de Francia Insumisa, esta alianza logró el 28% de los votos en la primera vuelta, ubicándose como la segunda fuerza política, solo detrás de la ultraderechista Agrupación Nacional de Marine Le Pen.

Según el profesor Eric Fassin, de la Universidad de París, esta coalición de izquierda era «inimaginable» debido a las profundas divisiones entre los partidos. Sin embargo, los líderes de los tres grupos más grandes acordaron una estrategia conjunta para evitar competir entre sí y presentar un solo candidato por cada distrito. «Han logrado el milagro de la unidad de la izquierda. Nadie se lo esperaba», destaca Fassin.

Para la segunda vuelta del 7 de julio, la alianza del Nuevo Frente Popular se retiró de varios distritos donde otros candidatos tenían mejores posibilidades de derrotar a la Agrupación Nacional. «Claro y directo: sin votos para la Agrupación Nacional no habrá escaños para la Agrupación Nacional», repite Mélenchon en su campaña. Aunque teóricamente podrían formar gobierno con los partidos de centro, el presidente Macron los considera «cuatro veces peor» que la derecha.

El Nuevo Frente Popular propone una serie de medidas sociales como un salario mínimo de 1.600 euros, la reducción de la edad de jubilación a los 60 años y otros beneficios, lo cual generaría altos costos para el Estado. También exigen el reconocimiento del Estado palestino y el envío continuo de armas a Ucrania. Por su parte, la Agrupación Nacional demanda el cierre de los medios de radiodifusión públicos. Estas elecciones podrían reordenar los equilibrios políticos en Francia, disminuyendo el poder del presidente y fortaleciendo al Parlamento.