Hacía años que no se veía a la CGT unida y con un poder de convocatoria como el de hoy. En realidad, hacía años que no se veía la CGT.
Lo cierto es que el poder de convocatoria fue muy grande. La inmensa cantidad de personas legitimaron los pedidos y envalentonaron a los líderes gremiales que veían claramente, grandes posibilidades de recuperar espacio de poder en la política argentina.
Muy extraño fue que el acto comience casi una hora antes de lo anunciado. Claramente no es común, cuando en general se demoran esperando llegar al máximo de convocatoria.
Primero habló Acuña, después Schmid, el mejor de los oradores y el cierre quedó en manos de un deslucido y temeroso Daer, que ante unos silbidos y gritos de rechazo por parte de sectores que estaban cerca del palco, cometió algunos errores. Pero un error fue el inicio del fin: luego de repetir, demasiadas veces, que ya había fecha, aclaró que sería antes de fin de año… Atrás, las cámaras enfocaban a Moyano, Barba Gutierrez, Acuña, que se reían por el error y las palabras de Daer, pero del otro lado, del lado donde estaban los trabajadores, nada era risa.
Tamaña manifestación, masiva participación, no podía cerrarse con un amague o advertencia tibia hacia el gobierno. La idea era: estamos acá, somos miles y miles y nos vamos sin fecha concreta?
Dos o tres sectores comenzaron a insultarse y los dirigentes tuvieron que quedarse con custodia sobre el palco, esperando que se calmen las aguas y poder retirarse. Más de uno se acordaría de De La Rúa y desearía tener un helicóptero, pero no fué así. Casi treinta minutos esperando poder irse de un acto que dura 40 y terminó 5 antes del horario de inicio anunciado.
Una pena, porque estemos de acuerdo o no, la movilización era mayoritariamente de trabajadores. El kirchnerismo, el Frente renovador, aportaron muy poca gente y la izquierda otro tanto, pero la masa era de trabajadores que respondieron a sus representantes gremiales. Más que a sus representantes, al reclamo sentido por mejoras salariales.
“Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical”, corean todavía en las calles.
Lo positivo: el estado de alerta en el que se fueron los líderes de la CGT. El llamado de atención fue muy fuerte para ellos, que minutos antes creyeron que se irían victoriosos y con alto poder de fuego contra el gobierno. Primero tendrán que estar los trabajadores, no las estructuras gremiales. Por lo menos, si la CGT quiere seguir liderando algo.
Por Joaquín Gayone
Agencia Pais