Estamos muy acostumbrados a las amenazas de paro (entendibles y justas) de los gremios docentes antes de los inicios de ciclos lectivos. La tan habitual inflación obliga a luchar por la actualización de los históricos bajos salarios de los docentes argentinos.
En los últimos años, una figura gremial que sin dudas ha logrado una imagen poco agradable para la mayoría de los bonaerenses e incluso ha trascendido a nivel nacional, es la del representante de los docentes de la provincia de Buenos Aires. Hablamos de Roberto Baradel. Esa mala imagen, en gran medida obra de prejuicios que tenemos como sociedad, se intensifica porque va acompañada de actitudes y declaraciones con las que se ha ganado la desaprobación incluso, de muchos docentes por él representados.
Cual es el error que habrían cometido Baradel y su mesa chica de apoyo gremial (representantes del resto de los gremios): Contar sus planes a segundas y terceras líneas.
Scioli tuvo decenas de conflictos con Suteba, pero siempre, a veces con más dificultad que otras, llevaron a acuerdos que permitieron destrabar los reclamos. Pero si hacemos un poco de memoria, muy poca, los conflictos de los docentes siempre se focalizaron en provincia de Buenos Aires. Todos suponemos lo que nos parece obvio, que tenía una muy simple y básica razón. Cristina Fernández tenía a Baradel para molestar y apretar a Scioli, para tenerlo a raya y que no se sienta tan definido como sucesor de la ex presidenta por mérito propio. Todas las decisiones políticas de Scioli dependieron siempre de Cristina Fernández, y ella siempre tuvo a Baradel como ejecutor de los aprietes.
Baradel es abiertamente Cristinista (no por cuestiones ideológicas claramente). De hecho hay registros fotográficos para los faltos de memoria de Baradel junto a Boudou, D´Elia, Abal Medina y Filmus festejando “logros” de su espacio político. Por supuesto que eso no está mal desde el punto de vista de derechos e ideológico. Lo que sí está mal es que hoy, ante la pérdida no sólo del poder por parte de Cristina Fernández sino sobre todo de credibilidad de todo el proyecto nacional y popular, se use sin reparo a los chicos, levantando la bandera de la lucha por derechos gremiales y por la educación pública.
No es extraño que esto pase. El kirchnerismo usó hasta destrozarlos muchos símbolos para los argentinos. Se usaron descaradamente los derechos humanos, a los desaparecidos, fundaciones para los niños, a las abuelas de Plaza de Mayo, actores históricos y reconocidos, etc etc. Que problema puede tener un grupo desesperado por recuperar el poder en usar a los chicos después de haber manoseado grotescamente a casi todo aquello de los que los argentinos sentíamos respeto, admiración y reconocimiento?.
Llegamos al conflicto actual. Que pasa hoy?
Muy extraño pareció ayer que, en el mismo momento en que los gremios docentes se encontraban sentados a una mesa junto a representantes gubernamentales para tratar los aumentos, el gremio de Ctera anunciara un paro por 48 horas.
No es extraño que se tome una medida drástica en el momento en que se estaba negociando?. No es estrategia. Es torpeza, es ansiedad.
Hace dos semanas, una directiva docente me dijo firmemente: “este va a ser un año con muy pocas clases, porque este va a ser un año de lucha”.
Esa frase dicha de una manera casi tierna pero a la vez desafiante, sumado a lo que pasó ayer me obligó a consultar con algunos conocidos si tenían alguna información y sí.
Muchos docentes ya sabían que el 2017 va a estar plagado de paros.
Las negociaciones por los salarios no sería más que una pantalla para sustentar la presión y estrategia de desgaste hacia el gobierno de Vidal antes de las elecciones y por decantación, perjudicial para Cambiemos a nivel nacional.
No existe ningún interés, ni el más mínimo, de acordar con el Estado. Baradel, con el acompañamiento obsecuente y oportunista del resto de los representantes gremiales, estaría llevando adelante lo que hace suponer un mandato claro: debilitar al gobierno.
El aumento puede ser del 18%, del 25%, del 40, 45 o 50, pero ya está decidido.
El presente año no es de lucha gremial, es de lucha política.
El afán por transmitir a los directivos docentes una idea de “lucha épica” dejó en mente de cientos o miles de trabajadores la certeza de que este año se lucha, sin importar lo que se acuerde. Y muchos lo salieron a gritar abiertamente. Ahí estuvo el error.
Baradel parece tener la misión política de llevar adelante una guerra a cualquier precio para desestabilizar al gobierno. La misma que históricamente lleva adelante el peronismo, que no tolera no tener las riendas del poder, pero esta vez, sin ningún tipo de escrúpulo.
Los peronistas se unen tarde o temprano, para actuar en bloque y de manera contundente. Es su forma. Como siempre el radicalismo fué débil, de lucha pacífica sin posibilidades frente a ese monstruo siempre hambriento.
Pero el peronismo real, el que nada tiene que ver con el Cristinismo, aunque lo haya apoyado hasta los últimos meses de poder, no acepta este nivel de desprecio por el pueblo que perjudica directamente a los chicos y a los trabajadores. Porque claramente, los chicos no reciben siquiera esa pésima educación que apenas les permite entender una revista de chimentos, no mucho más.
Los chicos pierden su derecho a recibir educación y los padres trabajadores, no empresarios, no tienen donde dejar a sus hijos mientras Baradel tira y tira para el disfrute de su jefa política.
En esta guerra sin escrúpulos no está el peronismo. Es Cristinismo puro.
Por Joaquín Gayone
Agencia País
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