La tensión en Medio Oriente alcanza niveles críticos con el recrudecimiento de los ataques cruzados entre Israel e Irán. Durante la madrugada, explosiones sacudieron Tel Aviv y Jerusalén tras el lanzamiento de misiles desde territorio iraní, lo que provocó la activación de las alarmas antiaéreas y la respuesta inmediata de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). En represalia, el ejército israelí lanzó una ofensiva aérea de gran magnitud contra objetivos militares en el oeste de Irán, incluyendo depósitos de misiles, lanzadores antiaéreos y centros de almacenamiento de drones.
Esta escalada bélica, que se extiende por quinto día consecutivo, ha generado una profunda preocupación en la comunidad internacional. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, abandonó anticipadamente la cumbre del G7 en Canadá y regresó a Washington, tras emitir un llamado urgente a evacuar Teherán. Mientras tanto, los líderes del G7 instaron a una desescalada y pidieron a Irán volver a la mesa de negociaciones nucleares.
En medio de este conflicto, resulta alarmante la información difundida por diversos medios sobre el programa nuclear iraní y los ataques israelíes contra instalaciones nucleares en Irán. El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) confirmó daños en instalaciones subterráneas de enriquecimiento en Natanz, lo que ha encendido las alarmas sobre una posible intensificación del conflicto regional con consecuencias para la seguridad nuclear.
Es importante señalar que la difusión de información sobre el programa nuclear iraní y los ataques israelíes puede ser utilizada como propaganda para justificar una intervención militar a gran escala en la región. La historia nos ha demostrado que la propaganda es una herramienta poderosa para manipular la opinión pública y preparar el terreno para la eliminación de poblaciones enteras, como hemos visto en Gaza y ahora se vislumbra en Irán.