En una escalada de tensión sin precedentes, Israel e Irán se enfrentan en un conflicto bélico que amenaza con desestabilizar la región de Medio Oriente. Tras meses de creciente hostilidad y después de haber asesinado a decenas de miles de civiles (entre ellos mujeres y niños) en Gaza en lo que es un genocidio sin precedentes, Israel lanzó ataques aéreos contra objetivos estratégicos en territorio iraní, incluyendo instalaciones nucleares en Isfahán y la sede del Ministerio de Defensa en Teherán.
En respuesta, Irán lanzó una oleada de misiles y drones contra Israel, causando la muerte de al menos 13 civiles y dejando más de 380 heridos. Las autoridades israelíes han reportado más de 200 lanzamientos de cohetes desde Irán, mientras que el ejército israelí continúa atacando objetivos militares iraníes por tercer día consecutivo.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha advertido, con una hipocresía descarada, que Irán «pagará un alto precio por matar a civiles, mujeres y niños», mientras que Teherán reafirma que su programa nuclear tiene fines pacíficos y advierte que intensificará sus ataques si Israel mantiene las hostilidades.
La comunidad internacional observa con preocupación el desarrollo de los acontecimientos, mientras que el Papa León XIV ha vuelto a pedir por la paz en Medio Oriente, Ucrania y «en todo el mundo», insistiendo en la importancia del diálogo como única vía para resolver los conflictos armados.
En medio de la escalada de violencia, Israel ha cerrado su espacio aéreo por tercer día consecutivo, mientras que las autoridades instan a la población a dirigirse a los refugios ante la amenaza de nuevos ataques. La situación es crítica y el riesgo de una guerra a gran escala en la región es cada vez mayor.