La reciente elección en la Ciudad de Buenos Aires dejó varias lecturas políticas, marcando un punto de inflexión en el panorama nacional. Con una participación históricamente baja, apenas superando el 50% del padrón, los resultados reflejan un posible descontento o desinterés ciudadano en los comicios, un fenómeno que ya se había anticipado en las elecciones provinciales previas.

El triunfo de La Libertad Avanza (LLA), liderado por Javier Milei, desató una ola de festejos en su búnker, donde se celebró no solo la victoria sobre el peronismo, sino, y quizás con mayor énfasis, el claro desplazamiento del PRO como fuerza política dominante en la capital. En el entorno de Milei, la victoria se interpretó como un golpe definitivo a Mauricio Macri, cuya figura política parece debilitarse tras este resultado. La estrategia de Milei, según fuentes cercanas, consistió en desviar su confrontación inicial con la «casta» para enfocarse en desbancar a Macri, una movida orquestada en gran medida por su hermana Karina, quien siempre se mostró reacia a cualquier tipo de acuerdo con el ex presidente.

Sin embargo, este triunfo en la Ciudad no borra el panorama complejo que enfrenta el oficialismo a nivel nacional. Los magros resultados obtenidos en otras provincias evidencian la dificultad de LLA para construir alianzas y consolidar su poder fuera de la capital. A pesar de la euforia por el resultado porteño, el gobierno de Milei deberá buscar acuerdos con otros sectores políticos si no quiere que su gestión se limite a la representación legislativa en la Ciudad. La estrategia de «tabula rasa» propuesta por Adorni, invitando a los miembros del PRO a «pintarse de violeta», sugiere una absorción más que una alianza, lo que podría generar tensiones y dificultar aún más la construcción de consensos a nivel nacional.