En una reciente entrevista, el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, sorprendió no por anunciar nuevas medidas de gestión, sino por enumerar con tono épico las funciones más básicas y obligatorias de su gobierno como si se tratara de hazañas dignas de admiración.

Durante varios minutos, Weretilneck explicó que la provincia alimenta a los estudiantes, mantiene abiertos los hospitales, paga el combustible de los patrulleros, y garantiza el transporte escolar. En uno de los insólitos pasajes de la entrevista, el Gobernador afirmó: «Hoy nuestros 39 hospitales están abiertos y tenemos pacientes internados y cada medicamento, usted sabe lo que cuesta, ni le digo!. Si tendría (textual) que darle un número, seguramente hoy en los hospitales públicos va a haber entre 10 y 12 partos de mamás y papás rionegrinos que van a nacer en los hospitales públicos».

Es decir, todo lo que legal, moral y constitucionalmente está obligado a hacer como administrador del Estado. Pero el relato tuvo la extraña intención de presentar estos hechos como logros extraordinarios, cuando en realidad forman parte del núcleo mínimo de cualquier gestión pública.

«Hoy prendemos la luz y el gas en 980 edificios escolares. Hoy hay al menos 12.000 niños que son transportados en transportes escolares de un lugar a otro porque viven lejos de sus escuelas rurales» detalló, para luego seguir enumerando las responsabilidades propias del gobierno provincial: “hoy tenemos que darle alimentación y refrigerio a 150.000, 170.000 estudiantes… hay 250, hay 300 patrulleros circulando», relató Weretilneck, como si describiera gestas épicas y no el cumplimiento básico de su función.

El absurdo de su postura queda expuesto cuando afirma que todo eso representa un “costo enorme” para la provincia. Claro que lo es: gobernar cuesta. Pero la verdadera pregunta es: ¿qué esperaba el gobernador? ¿Aplausos por cumplir con lo mínimo?

Hay que aclarar que algunas responsabilidades del gobierno ni siquiera requieren fondos, como garantizar que en las aulas de las escuelas provinciales no se adoctrine a los estudiantes. Sin embargo, esto no ocurre en Río Negro. La secretaria general de UnTER aseguró públicamente que el gremio trabaja de manera «mancomunada y coordinada» para que “las y los estudiantes” desarrollen pensamiento crítico para que “NUNCA MÁS gane un gobierno como el de Milei”.
Los chicos son rehenes de un sindicato politizado, y la escuela pública —que depende del gobierno provincial— es el canal principal utilizado para el adoctrinamiento ideológico de los jóvenes rionegrinos.
El gobernador ya lo sabe. ¿Qué hizo al respecto?

Cuando gobernar parece un favor

El punto más inquietante de su discurso es el intento de emocionalizar lo estructural. Weretilneck no habla de eficiencia, calidad, planificación o resultados. Habla de gastos como si el Estado estuviera haciendo un sacrificio desinteresado por su gente, olvidando que es justamente para eso que existe el Estado y se pagan impuestos.

La infantilización del rol gubernamental –exigiendo reconocimiento por prender la luz o por hacer que haya médicos en los hospitales– roza lo tragicómico. Si a eso le sumamos la falta de autocrítica real sobre los múltiples problemas estructurales de la provincia (infraestructura, empleo, seguridad, conectividad), el panorama resulta aún más pobre.

Críticas al gobierno nacional: ¿diagnóstico certero o excusa permanente?

En el mismo tono, Weretilneck aprovechó para disparar contra el gobierno nacional. Se quejó de que el 62% de los impuestos queda en la Nación, y se preguntó: “¿Dónde está ese dinero?”.

Si bien la crítica tiene una base razonable –la centralización fiscal es un problema estructural del federalismo argentino–, suena oportunista viniendo de un gobernador que ha sido parte de múltiples alianzas con distintos gobiernos nacionales y que hoy elige el camino de la queja más que el de la construcción política.

Además, las críticas a Nación no logran tapar el desfasaje entre lo que promete su gestión y lo que efectivamente sucede en muchos rincones de Río Negro: hospitales sin insumos, escuelas en mal estado, y una sensación generalizada de deterioro.