En un movimiento que ha generado controversia y críticas, Yamil Santoro, líder del espacio Republicanos Unidos, hoy presentado como Unión Porteña Libertaria, ha decidido colocar a su hermano, Leandro Santoro, como candidato a legislador porteño. Lo que hace que esta decisión sea aún más polémica es que el nuevo candidato comparte nombre y apellido con el actual diputado nacional del peronismo, lo que ha llevado a muchos a acusar a Yamil de intentar confundir al electorado para obtener una ventaja electoral.

Yamil, quien no encabezará la lista, argumenta que su hermano es un “candidato mejor”, presentándolo como un ingeniero con experiencia internacional. Sin embargo, la falta de experiencia política de Leandro Santoro y la evidente estrategia de utilizar su nombre para atraer votos han suscitado el rechazo de muchos, que ven en esta maniobra un claro ejemplo de nepotismo. “Nadie tiene la culpa del nombre con el que nació”, ironizó Yamil, minimizando las preocupaciones sobre la confusión que su decisión podría generar en los votantes.

Además, la situación se complica aún más con la reciente resolución del Tribunal Electoral porteño, que obligó a Unión Porteña Libertaria a modificar su logo, ya que era similar al de la coalición opositora Unión por la Patria. Este tipo de tácticas, que buscan engañar al electorado, son una clara señal de la degradación de la política en el país, donde el interés personal y familiar parece primar sobre el bienestar de la ciudadanía.

La estrategia de Yamil Santoro no solo refleja un intento de manipular la percepción pública, sino que también pone de manifiesto un preocupante patrón de nepotismo en la política argentina. En un contexto donde la fragmentación política es evidente, el uso de la familia como herramienta electoral es un recurso que debería ser cuestionado y rechazado por los votantes. La política debe ser un espacio de transparencia y honestidad, no un juego de engaños donde los lazos familiares se utilizan para obtener poder y beneficios personales.

Los ciudadanos merecen candidatos que representen sus intereses de manera clara y honesta, no aquellos que intentan jugar con sus nombres y confundirlos en las urnas. La política necesita un cambio, y es responsabilidad de cada elector exigir integridad y transparencia a sus representantes. La maniobra de Yamil Santoro es un recordatorio de que el nepotismo y el engaño no tienen cabida en una democracia saludable.