Desde su adopción en diciembre de 2015 por cerca de 200 naciones, el Acuerdo de París se ha establecido como un tratado internacional clave en la lucha contra el cambio climático. Este acuerdo busca mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2 °C en comparación con los niveles que se registraban antes de la industrialización, aspirando a no superar los 1.5 °C. La reciente decisión de Donald Trump de retirar a Estados Unidos de este pacto ha generado un gran revuelo en el ámbito ambiental.

La decisión de Trump de abandonar este acuerdo no sorprendió, ya que había sido anunciada previamente. Sin embargo, su rápida acción al firmar una orden ejecutiva en su primer día de mandato sugiere que tiene la intención de revisar de manera ágil la política energética y climática del país. Desde su llegada a la presidencia, Trump ha manifestado su inclinación hacia los combustibles fósiles y ha retirado el apoyo a las iniciativas ambientales promovidas por la administración anterior.

Es importante destacar que la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París no se implementará de inmediato; el proceso técnico requiere un año desde que se notifica oficialmente a la ONU. Este acuerdo representa un hito en el compromiso global para mitigar el calentamiento global, obligando a todos los países a trabajar juntos en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

La salida de Estados Unidos, uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero, plantea serias dudas sobre el futuro de la lucha climática a nivel mundial. Las conferencias climáticas anuales, conocidas como COP, reúnen a líderes de casi 200 países para establecer compromisos de reducción de emisiones. La decisión de Trump de retirarse reaviva tensiones en las negociaciones climáticas, especialmente entre países con diferentes niveles de contaminación y recursos.

La próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) se llevará a cabo en Brasil, donde se espera que se fortalezcan los compromisos climáticos y se mantenga la acción climática en el centro de las políticas globales. Cada cinco años, los países deben presentar sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC), que son sus planes para combatir el cambio climático, incluyendo objetivos de reducción de emisiones.

El Acuerdo de París también destaca la importancia de los ecosistemas como sumideros de carbono, especialmente los bosques, y permite el uso de mecanismos de mercado para cumplir con los objetivos establecidos por cada país.