Simón Crisóstomo Loncopán, un destacado líder mapuche de 30 años, ha emergido como un referente en la defensa de los derechos territoriales indígenas en Chile. Su labor ha sido crucial en la creación de un consejo de gobernanza que asegura la participación de las comunidades mapuches en la gestión del Parque Nacional Villarrica, un espacio de gran relevancia cultural y ecológica. Este parque ha sido fuente de controversia desde que se propuso abrirlo a empresas privadas para el desarrollo turístico, lo que generó inquietud entre las comunidades que han habitado la zona durante generaciones.
Crisóstomo, quien preside la Asociación de Comunidades Mapuche Winkulmapu, destaca la importancia del territorio para su pueblo. “Era nuestro territorio, el lugar donde vivieron mis ancestros y ancestras”, afirma, subrayando la conexión profunda que su comunidad mantiene con la tierra. Con su formación en geografía, ha desarrollado una metodología para mapear las tierras de uso ancestral, lo que ha permitido visibilizar la historia y los derechos de su pueblo.
La lucha por el reconocimiento de estos derechos ha sido un proceso arduo. Tras un período de resistencia activa, que incluyó manifestaciones y la ruptura de diálogos con el gobierno, las comunidades decidieron replantear su estrategia durante la pandemia. “¿Qué queremos?”, se preguntaron, y la respuesta fue clara: “Tener derecho, voz y voto en el parque”. Este enfoque culminó en la firma de un convenio que establece un consejo de gobernanza, un hito histórico que garantiza que las decisiones sobre el parque sean vinculantes y no meramente consultivas.
Sin embargo, el contexto de la lucha mapuche también plantea interrogantes sobre el reconocimiento del Estado y sus leyes. Muchos grupos indígenas, incluidos algunos que se consideran descendientes de nativos, no reconocen la autoridad del gobierno ni las leyes que rigen en los Estados actuales. Esto genera un dilema: ¿cómo encontrar un equilibrio entre las reivindicaciones por un pasado que ya no existe y las realidades del mundo moderno y las leyes que regulan la convivencia en un país soberano?
La respuesta a esta pregunta es compleja y requiere un diálogo sincero y abierto entre las comunidades indígenas y el Estado. Es fundamental que se reconozcan las diferencias culturales y se busquen modelos de gobernanza que integren las visiones ancestrales con las estructuras contemporáneas. La historia de Crisóstomo Loncopán y su trabajo en el Parque Nacional Villarrica ejemplifican un camino hacia la reconciliación, donde la participación activa de las comunidades en la gestión de sus territorios puede ser un paso hacia la construcción de un futuro más inclusivo.
Crisóstomo se considera parte de una generación que busca construir puentes entre el mundo indígena y el resto de la sociedad. “Los dirigentes actuales ya no solo andamos a caballo, también andamos con computador y teléfono”, dice, reflejando un cambio en la forma de abordar la defensa territorial. Su trabajo no solo se limita a la conservación del parque, sino que también busca establecer un modelo de gestión que respete y valore la cosmovisión mapuche.
Con su esfuerzo, Loncopán espera que este precedente sirva de inspiración para otras comunidades indígenas en Chile, demostrando que es posible lograr un reconocimiento real de sus derechos y su conexión con la tierra.