Bolivia se enfrenta a una grave crisis política y social provocada por el enfrentamiento entre el expresidente Evo Morales y el actual mandatario, Luis Arce. Luego de haber renunciado a la presidencia en 2019 en medio de acusaciones de fraude electoral, Morales ahora busca destituir a Arce y recuperar el control del país.

La disputa entre los dos líderes del Movimiento al Socialismo (MAS) ha derivado en una ola de protestas, bloqueos de carreteras, desabastecimiento de combustible y alimentos, y el aislamiento de ciudades clave como Cochabamba. Morales ha movilizado a sus seguidores para generar caos y debilitar al gobierno de Arce, llegando incluso a ordenar la toma de regimientos militares.

El exjefe de Estado boliviano acusa a Arce de estar detrás de un intento de asesinato en su contra y lo compara con la ex presidenta interina Jeanine Áñez, quien enfrenta juicio por el llamado «Golpe de Estado I». Por su parte, Arce ha denunciado que la toma de instalaciones militares por grupos irregulares es un delito de traición a la patria, y ha advertido que actuará para restablecer el orden público.

Mientras tanto, la región latinoamericana parece mirar hacia otro lado ante esta crisis. Ni los principales gobiernos democráticos ni los aliados de La Paz, como Venezuela, Cuba y Honduras, han pedido hasta ahora el cese de las hostilidades entre los dos líderes del MAS. Esto ha dejado a Bolivia en una situación de virtual aislamiento, sin mediadores que puedan facilitar un diálogo que ponga fin a la escalada de violencia.