La situación política de Ramón Lanús, intendente de San Isidro, ha tomado un giro preocupante en los últimos meses. Según un reciente ranking de intendentes del Gran Buenos Aires, Lanús ha caído de ser considerado uno de los mejores jefes comunales a convertirse en el peor valorado, con apenas un 39.1% de aprobación entre sus vecinos. Este notable descenso en su imagen pública se debe a múltiples factores, incluyendo la gestión de servicios públicos, la seguridad y la percepción general de su administración. En este contexto, su reciente decisión de adherir al Régimen de Incentivo de Grandes Inversiones (RIGI) del gobierno de Javier Milei parece un intento desesperado por revertir su mala situación.
Con la aprobación del Concejo Deliberante, a pesar de la oposición del peronismo local, San Isidro se convierte en uno de los primeros municipios en sumarse a la iniciativa de Milei. Según Lanús, esta adhesión busca fomentar la inversión privada y brindar seguridad jurídica para el desarrollo local. Sin embargo, muchos analistas políticos consideran que esta medida es un «manotazo de ahogado» ante la creciente desaprobación de su gestión. A solo nueve meses de asumir el cargo, Lanús enfrenta un panorama complicado, donde su imagen es incluso peor que la de otros intendentes con serios problemas, como el de La Matanza.
La caída de Lanús en el ranking de intendentes es significativa, especialmente si se considera que su predecesor, Gustavo Posse, disfrutaba de una imagen positiva muy alta. La transición de un intendente tan bien valorado a uno que se encuentra en la parte más baja de la lista indica un descontento creciente entre los ciudadanos de San Isidro. La percepción de que Lanús está tratando de justificar su falta de resultados a la herencia de su antecesor no ha sido bien recibida. Críticos locales argumentan que, si bien Posse fue intendente durante 24 años, no enfrentó los problemas que actualmente agobian a Lanús en tan poco tiempo.
La solicitud de adherir al RIGI podría ser una forma de reconectar con la comunidad y demostrar un compromiso con la inversión y el desarrollo, pero el camino por recorrer es largo. La gestión de Lanús necesita urgentemente una estrategia efectiva para mejorar su imagen y recuperar la confianza de los vecinos. La combinación de una gestión municipal que no despega y la desaprobación más alta entre los intendentes del conurbano hacen que el futuro político de Ramón Lanús dependa de su capacidad para revertir esta tendencia negativa en los próximos meses.