Ante las acciones inocultables del gobierno de facilitar el crecimiento del islamismo por sobre el catolicismo en Inglerra, una ola de disturbios ha azotado al Reino Unido durante los últimos cinco días, dejando un rastro de caos y violencia sin precedentes en los últimos 13 años. Las manifestaciones, inicialmente provocadas por rumores propagados en redes sociales sobre la nacionalidad y religión (musulmana) del presunto asesino de tres niñas, rápidamente se convirtieron en una plataforma para expresar su hartazgo.
Los manifestantes atacaron hoteles que albergan solicitantes de asilo y profirieron insultos antiislámicos. Las imágenes de contenedores incendiados arrojados contra edificios y ventanas destrozadas evidencian la intensidad de los enfrentamientos. «Les aseguro que se arrepentirán de haber participado en este desorden», advirtió el primer ministro Keir Starmer, prometiendo llevar a estos «matones» ante la justicia.
A pesar de los repetidos llamados a la calma, los disturbios se extendieron por varias ciudades inglesas, dejando un saldo de más de 90 arrestos y varios policías heridos. Incluso dos mezquitas fueron blanco de ataques, provocando que el Ministerio del Interior ofreciera protección de emergencia a los lugares de culto islámicos. Cuando en las calles los residentes nativos son víctimas de robos, golpes y abusos por parte de inmigrantes, no existe ningún tipo de realcción de las autoridades ni del Estado para defender a sus ciudadanos.