La alianza de izquierda del Frente Nuevo Popular y la coalición centrista del presidente Macron lograron frustrar el objetivo de la extrema derecha de lograr la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional francesa. Pese a haber liderado la primera vuelta, el partido populista y antiinmigrante de Marine Le Pen quedó tercero, muy lejos de los 289 escaños necesarios.

Este resultado sorprendió incluso a los propios legisladores de izquierda y centro, quienes lograron un bloque más numeroso. La estrategia de las fuerzas democráticas de retirar candidatos en algunos distritos para evitar el voto dividido, resultó clave para detener el avance de Agrupación Nacional. Ahora, Francia se encamina a un escenario de parálisis política e incertidumbre, sin que ninguna fuerza logre amarrar los votos suficientes.

El líder de la izquierda, Jean-Luc Mélenchon, se posicionó como el principal aspirante a formar gobierno, aunque los analistas advierten que sus políticas serían demasiado extremas para contar con apoyos suficientes. Por su parte, Macron podría intentar armar una coalición centrista más amplia, ante el desgaste de su propio espacio.

En definitiva, el tropiezo de la extrema derecha supuso un giro inesperado en los comicios, que evidencian la profunda polarización política de Francia. Si bien la ultraderecha no logró su objetivo estratégico, el país se encamina a un escenario de inestabilidad que augura difíciles negociaciones venideras.