La decisión del presidente argentino Javier Milei de enviar a su canciller Diana Mondino en su representación a la cumbre de jefes de Estado del Mercosur ha desatado críticas y alimentado las suspicacias en torno a su política exterior. En lugar de asistir al cónclave regional en Asunción, Milei optó por viajar a Brasil para participar en un foro conservador y reunirse con el expresidente Jair Bolsonaro, principal antagonista del mandatario Luiz Inácio Lula da Silva.

Según analistas, esta polémica ausencia ilustra la tendencia de Milei a priorizar sus afinidades ideológicas por encima de responsabilidades protocolares y diplomáticas propias de un jefe de Estado. «Milei ve todo con lentes ideológicos y no entiende que es presidente de una República, que hay tradiciones que no se pueden vulnerar», advirtió Victoria Álvarez, profesora de la Universidad de Rosario. Esta decisión además ensombrece aún más su tensa relación con Lula, a quien Milei ha tildado de «corrupto y comunista».

El distanciamiento entre ambos mandatarios se remonta a las críticas del brasileño sobre el supuesto «peligro para la democracia» que representaba Milei previo a los comicios argentinos. A ello se suma la estrecha cercanía del líder liberal con Bolsonaro, cuyo encuentro en Brasil ha sido interpretado como un nuevo desplante al Gobierno de Lula en momentos en que se acrecienta el «campo de batalla ideológico» en la región. «Milei deteriora una relación comercial y políticamente estratégica de décadas», censura Carola Lustig, docente de Relaciones Internacionales.

Más allá de las diferencias, la ausencia presidencial argentina en la cumbre del Mercosur sienta un «mal precedente» que podría debilitar el bloque y su ansiada profundización del acuerdo con la Unión Europea, advierten voces autorizadas. En ese sentido, la «sobreideologización» de la política exterior de Milei parece imponerse sobre los intereses comerciales y políticos del país trasandino.