El próximo 4 de julio, en el marco de una inminente asamblea partidaria, el ex presidente buscará desplazar a Patricia Bullrich de la presidencia del órgano máximo del PRO.
Este movimiento representa un nuevo capítulo en el intenso pulso de poder que mantienen ambas figuras desde las elecciones pasadas. Mientras Bullrich intenta conservar su influencia y ampliar su base de apoyo, incluso flirteando con un acercamiento a La Libertad Avanza (LLA), Macri busca reafirmar su liderazgo y evitar una migración masiva de sus huestes al espacio libertario.
«No puede haber una funcionaria de otro partido al frente del PRO, es sentido común», aseguran voces cercanas al ingeniero, en alusión a los coqueteos de Bullrich con Milei. Este argumento encubre, sin embargo, una lucha de egos y proyectos contrapuestos de cara al nuevo ciclo electoral.
Los macristas confían en contar con los números suficientes en la Asamblea para arrebatarle la presidencia a Bullrich. Un antecedente que los entusiasma es la ruptura de bloque en la legislatura bonaerense, donde solo cinco diputados y un senador siguieron a la exministra.
No obstante, en el Congreso y la Legislatura porteña, la tajada de Bullrich fue mayor. Esto la convertiría en protagonista de una nueva fuerza en ciernes, aprovechando el impulso que le dio su electorado propio en las presidenciales.
Mientras Macri intenta frenar esta fuga de dirigentes hacia el campo libertario, la interna en el PRO se profundiza. La batalla del 4 de julio podría definir el futuro de la coalición opositora: si prevalece la línidura,el partido amarillo quedaría partido en dos. Una situación que no tardaría en impactar en las restantes fuerzas de JxC.