En un duro revés para el presidente Milei y sus apoyos ultraderechistas, el partido español Vox, al que respaldó abiertamente, sólo logró sumar 6 escaños en las elecciones al Parlamento Europeo. Esta pobre performance electoral contradice el supuesto «efecto Milei» que se pretendía atribuir al presunto auge global de las ideas libertarias.
Si bien Vox superó el umbral para tener representación, su magro 9,6% de los votos lo dejó muy lejos de los grandes partidos tradicionales de España. El conservador PP fue el claro ganador con un 34% que le valió 22 bancadas, mientras que los socialistas del PSOE, blanco de los ataques de Milei, obtuvieron un respetable 30% y 20 eurodiputados.
Lo más llamativo fue el surgimiento de una nueva fuerza de ultraderecha que restó votos a Vox. El partido «Se Acabó la Fiesta» de Alvise Pérez alcanzó casi un 5% de respaldo popular y logró colocar 3 representantes, en un claro síntoma de la fragmentación del voto más reaccionario.
Estos números distan mucho de validar la lectura triunfalista que Milei y sus huestes realizaron inicialmente. Lejos de un supuesto efecto aperturista, los comicios reflejaron una España profundamente dividida, donde el trumpismo a la española sigue siendo una fuerza relativamente marginal pese a sus algaradas callejeras.
La reacción presidencial de tildar al PSOE de «derrotado» revela hasta qué punto el libertario pretende forzar una narrativa que los datos empíricos no respaldan. Aún con la sangría de votos que sufrió, el partido de Sánchez mantiene un peso específico clave en la nueva configuración europea.