La presidencia de Maximiliano Abad al frente de la UCR Bonaerense es quizá una de las más débiles que se recuerden. No hubiera sido demasiado problema si luego de la elección, los sectores que la protagonizaron hubieran tenido puntos en común en relación al futuro del partido. Pero la mirada común fue imposible.
Abad es de la escuela de Salvador. El marplatense fue segundo de una gestión que fue completamente servicial con el PRO. Salvador presidía, Abad acordaba. La rosca partidaria es su especialidad.
Durante el gobierno de Cambiemos, el radical logró posicionarse como hombre de confianza de María Eugenia Vidal. Si bien estaba codo a codo disputando protagonismo hacia adentro con Manuel Mosca, diputado del PRO, pasó al frente cuando su colega tuvo que renunciar por una denuncia de acoso sexual. A partir de allí, Abad fue pura negociación y acuerdos por fuera de la vista de los afiliados.
Vidal y el resto de los referentes del PRO estuvieron encantados con el diputado ya que apenas necesitaban unos pocos cargos de bajo perfil para los cercanos al radical sin necesidad de equilibrar favores con la UCR provincial en su conjunto.
Abad ganó la presidencia de su partido por un puñado de votos. Al estilo de La Cámpora, desarrolla junto a algunos aliados la teoría de que 25 de 32 intendentes lo apoyan. Pero la realidad es que ganó 51% a 49%. No importa en cuantos lugares ganó, sino cuántos votos sumó. Posse, con el 49% de los votos, tiene casi exactamente la mitad de representantes en las mesas de decisiones partidarias.
Rodríguez Larreta, Bullrich y Morales entienden que Gustavo Posse traccionaría muchísimos más votos que Abad como candidato del radicalismo a la gobernación. A ellos tres les interesa, primero, la victoria del Juntos, pero a Vidal, Ritondo y otros miembros del PRO lo que más les interesa es tener a la UCR más en segundo plano que en la época de Salvador. En ese contexto, Abad vuelve a ser el socio ideal. Prefieren que el candidato por la UCR en las PASO se defina a dedo internamente y que Abad, llevando el discurso de un partido que disputa lugares, pierda por mayor diferencia contra su candidato. Nuevamente, pagarle al partido centenario sería muy económico. Siempre es más barato acordar aprovechando los intereses de una persona que los de una estructura partidaria.
El plan de Abad para el 2023 es muy simple: acomodarse acordando directamente con el PRO y conseguir un cargo muy especial para su esposa
Ya es vox populi que Abad estaría negociando como parte del paquete electoral con el PRO un lugar en la Suprema Corte de Justicia de la Provincia para su esposa. El dirigente ya colocó a Marina Sánchez Herrero primero como concejal en Mar del Plata y luego, con enorme resistencia, logró ubicarla al frente del Concejo Deliberante.
El Plan A de Abad sería acordar ser vice de Cristian Ritondo sin PASO, sino a través de un acuerdo entre el PRO y la UCR que él preside y ubicar a su esposa en la Corte Provincial.
El Plan B sería perder las paso, asumir un cargo importante en caso de ganar Juntos la provincia y, como en el plan A, colocar a su esposa en la Corte Provincial.
También tiene un Plan C: fracasando los dos anteriores, ir colgado en la boleta para seguir siendo legislador provincial y continuar en una posición de negociaciones constantes, quizá donde mejor se maneja y único lugar en el que ha probado capacidad.
Lo que tal vez no haga falta aclarar es que Maximiliano Abad tiene plan A, B y C pero jamás entra en discusión la posibilidad de que él dispute la gobernación bonaerense. Abad nunca fué candidato ni pre candidato a intendente en su ciudad. Nunca ganó una elección encabezando una lista para un cargo ejecutivo de ningún nivel y las encuestas, sin importar quien las encargue, lo ubican como un completo desconocido por los vecinos de la provincia. Abad prácticamente no tiene intención de voto en la provincia de Buenos Aires.
Morales y Posse representan a un sector del radicalismo que quiere participar, quiere jugar, disputar con el PRO. Pero que paralelamente, si bien están convencidos de estar a la altura de la discusión, no temen perder. Para ellos se gana y se pierde. Pero con la convicción de que el resultado final es el que mejor representa lo que demanda la sociedad. Están convencidos de que obviamente, a mayor representatividad, mayores posibilidades de que Juntos le gane al kirchnerismo.
El Gobernador de Jujuy y el intendente de San Isidro buscan que los candidatos del radicalismo para competir con el PRO en las PASO se definan previamente en elecciones abiertas, para que sirva como reflejo de la realidad que evidenciarían las primarias. Una definición como la que busca Abad de ser consagrado por cuatro afiliados de su entorno mandaría a la UCR a una elección, quizá, sin sus mejores candidatos. Panorama ideal para el PRO.
Por estos antecedentes de Abad como profesional de la rosca desde las sombras, es que muchos dirigentes radicales de todo el país quieren evitar que negocie sólo con el PRO. Sería lo que llaman una falsa participación partidaria y le quitaría a su partido lo que viene reclamando desde la fallida alianza de gestión entre el 2015 y 2019: más protagonismo radical en la estructura de gobierno y en la planificación de los lineamientos de las políticas públicas a implementar.
Por Joaquín Gayone
Agencia País