La coalición que hoy representa a la oposición llegó al poder en 2015 y es una fuerza con mayoría de apoyo popular en la actualidad gracias a su discurso anti kirchnerista, casi anti peronista y en favor de la democracia y pluralidad. Pero para mantenerse como un extremo de la grieta hay que exagerar ese discurso y transformarlo en fanatismo. De esa manera, sólo un puñado se quedará con el título de representantes absolutos de la oposición. Quien no acepte lo dictado, será considerado traidor.
Es que a los políticos les interesa el poder. Cambiar la realidad si es que se puede es algo bárbaro, pero no fundamental. Para lograr cambios, primero deben asegurarse su cuota de poder y que la misma se prolongue por el mayor tiempo posible, incluso, si se requiere jugar a perder en lo general para ganar en particular.
Elisa Carrió y Mario Negri fueron un equipo de peso importante en la Cámara de Diputados de la Nación. Ambos con discursos enérgicos y fuertes fundamentos políticos. Ambos luchadores por una Argentina abierta, una república fuerte, con convicciones claras y con pluralidad de voces para enriquecerla. Pero una cosa es el discurso y otra es la práctica.
Carrió dejó su banca pero no se retiró de la política. La dirigente que se jactaba abiertamente de manipular al radicalismo es una de las figuras de mayor peso en el partido centenario. No es autoridad, ya no es afiliada, pero maneja los hilos e interfiere con todo su poder de fuego para asegurar el control en manos de aquellos a quienes puede manejar.
Mario Negri es claramente uno de los legisladores más brillantes discursivamente. Pero no tiene peso electoral.
La sociedad entre Carrió y Negri es una de las más fuertes en cuanto a poder político se conoce. Ninguno tiene apoyo popular en las urnas, pero logran tejer alianzas y apoyos dentro y fuera de la política que los posiciona como los apóstoles del antikirchnerismo y la democracia.
El sector del radicalismo que encabezan Lousteau, Yacobitti y Posse entre otros, no estaba conforme con la dirigencia radical al servicio de Carrió y el PRO que encabezaron Salvador y Abad. Y lo hicieron saber primero en palabras y luego, como corresponde en un partido político real, presentando listas propias en la interna radical. Les fue demasiado bien.
Se enfrentaron a una estructura importante del radicalismo con figuras de peso mediático como Ernesto Sanz, Gerardo Morales, Mario Negri y Gustavo Valdés además de todo el PRO con Vidal y Ritondo como principales apoyos y la Coalición Cívica a través de Elisa Carrió, quien jugó un papel duro en cuanto a expresiones públicas.
En Córdoba y Buenos Aires, el oficialismo radical que respondía a Negri, Abad y Carrió ganó por apenas un puñado de votos y en CABA, Lousteau se impuso con el 90%. La enorme diferencia en CABA y las ínfimas de Córdoba y Provincia de Buenos Aires pusieron a las dos fuerzas internas en un marco de igualdad en cuanto a representatividad. Pero desde el espacio UCR oficialista siempre trataron de no respetar esos resultados con actitudes propias de un “PJ vale todo”.
El ninguneo y esas acciones mañosas de no reconocimiento se mantienen dentro del radicalismo y en el sector que encabeza Lousteau están cansados de una lucha permanente por temas que deberían estar terminados. Tuvieron que recurrir a la justicia porque a pesar del empate, el radicalismo bonaerense representado por Abad se atribuía tres representantes para su espacio y uno para el de Posse. Ello además de una infinidad de actitudes como no responder notas o desaparecer con documentación importante vinculada a los comicios internos, etc.
Ese radicalismo que se le plantó al de la corporación política encabezada por Negri y Carrió y apoyada por importantes medios de comunicación decidió formar un bloque propio dentro de Juntos por el Cambio. Igual que otros espacios de la coalición. Pero se ha vuelto a lanzar una campaña agresiva contra quienes simplemente no están de acuerdo con las formas en que Negri representa el voto de los electores.
La campaña lanzada contra quienes manifiestan diferencias los tilda de funcionales al kirchnerismo, pero Carrió y Negri han sido los garantes para que Alberto Fernández logre lo que ha querido por parte del Congreso con el apoyo de Juntos por el Cambio.
Un ejemplo de que Negri, Carrió y Ritondo no han representado a sus votantes en las negociaciones con el Gobierno fue el caso del masivo pedido de implementación de la boleta única de papel.
Mario Negri recibió miles de pedidos de votantes para que reclame al gobierno nacional esa herramienta fundamental para transparentar el proceso electoral. Se viralizó el hashtag #BoletaUnicaDePapel. Su implementación eliminaría la necesidad de tener fiscales en cada mesa para evitar el fraude, ahorraría miles de millones en impresión de boletas y aceleraría el escrutinio o cualquier proceso que requiera un recuento de votos. Sin dudas, el pedido de los miles de votantes de Juntos por el Cambio en incluso liberales y libertarios podría haber marcado una nueva era política a través de ese cambio en las reglas de juego.
Negri y Carrió tuvieron en sus manos la posibilidad de darle a los argentinos que reclaman transparencia la clara señal de que representan una política distinta al peronismo corporativo. Pero nada de eso ocurrió.
Ignoraron absolutamente todos los mensajes y pedidos por la boleta única de papel. Ese tema jamás existió. Decidieron mirar para otro lado y ser protagonistas en dar continuidad a un proceso eleccionario plagado de posibilidades de fraude, uso de aparatos nefastos y tremendamente costosos para las arcas del Estado (sostenidas por los vecinos que pagan impuestos).
Pero como sucede desde hace algunos años, cuando se trata de armar un relato donde varios sectores poderosos se ponen de acuerdo, los funcionales al kirchnerismo y la vieja política son “los otros”.
Si no los aceptan como líderes indiscutidos están contra la voluntad del pueblo y son cómplices del Gobierno. Allí se dispara la campaña de odio y desprestigio. No se puede opinar si no es a través de la palabra del líder. Como en el kirchnerismo camporista.
Es claro que la cuestión no es transformar la realidad. La cuestión es mantener el poder.
Joaquín Gayone
Agencia País