Axel Kicillof y la intendente de La Matanza (candidata a vice gobernadora), Verónica Magario, visitaron Mar del Plata más de una vez.
En la última oportunidad, participaron de un acto con la militancia en la Plaza Italia de la ciudad. La convocatoria, a pesar de estar organizada por la candidata local a la intendencia, Fernanda Raverta (diputada Nacional), legisladores provinciales y un nutrido grupo de concejales, apenas logró llegar a ocupar la mitad de la plaza. Los espacios vacíos, para un candidato como Kicillof, que por sí sólo suele convocar grandes cantidades de público que se acerca a escucharlo espontáneamente, dejó muchas dudas sobre la capacidad de convocatoria de la dirigencia local.
El dato no sería más que anecdótico si Mar del Plata no fuera la segunda o tercer ciudad más grande en cantidad de habitantes, de la provincia de Buenos Aires.
General Pueyrredón con Mar del Plata como cabecera, siempre resultó esquiva al peronismo y al kirchnerismo después, en el ámbito local. El techo histórico de esa fuerza en la ciudad siempre rondó en el 30/35%. Es un buen porcentaje, pero al ser un techo, nunca se logró alcanzar la intendencia.
En la actualidad que vivimos y por distintos fenómenos, Alberto Fernández y Axel Kicillof lograron, ambos, un excelente porcentaje de votos en las PASO. Fernández superó los votos de Macri y Kicillof rozó los votos de Vidal. Bastante atrás, aunque favorecida por el arrastre, ya que posee bajo nivel de conocimiento en su ciudad, quedó la candidata a intendente, Fernanda Raverta.
Desde el equipo Magario-Espinoza sumado al kirchnerismo-La Cámpora, verían como una oportunidad histórica la posibilidad de ganar un municipio históricamente adverso para el PJ y que en caso de ganarse, posee un caudal electoral que les podría garantizar la instalación permanente en el gobierno provincial. La Matanza sumado a Mar del Plata y las ciudades del conurbano que parecen ser eternamente peronistas más varias que ahora están en manos de Cambiemos pero seguramente hasta dentro de pocos días, le permitirían al peronismo, kirchnerismo, camporismo y espacios asociados, retener la provincia más fuerte y poderosa del país que además, prácticamente define Presidente.
La idea no sería para nada descabellada, teniendo en cuenta que aunque la ciudad supo ser socialista y después muchos años radical, antes de la llegada del controversial Carlos F Arroyo, fue intendente durante ocho años un vecinalista convertido rápidamente al kirchnerismo. Hablamos de Gustavo Pulti.
Durante esos ocho años, si bien gobernaba un partido-sello local, la impronta en temas territoriales era muy similar a la de los intendentes peronistas en el conurbano. Esas políticas sobre temas sociales hicieron crecer en número a una población que se acostumbró a formas diferentes de aprovechar la política y hoy hace fuerza para avanzar sobre lo que queda de la Mar del Plata radical.
Una oportunidad muy grande le da al PJ el hecho de que el radicalismo marplatense haya caído de tener a figuras como Aprile o Katz, que incluso llegó a posicionarse como dirigente nacional, a una Vilma Baragiola, manchada por videos que dejaron serias dudas sobre su honestidad además de que finalmente los marplatenses visualizaron sus obvias e importantes limitaciones como dirigente. Baragiola le dió un duro golpe al radicalismo, aunque también existe responsabilidad por parte de los correligionarios con capacidad y experiencia que decidieron mantenerse al margen y aparecer sólo para el armado de listas.
El problema a resolver para el peronismo nacional y provincial de cara al domingo es cubrir con aparato y presencias importantes las falencias de contenido, oratoria y movilización de la candidata local y su no menor grupo de aliados (diputados, concejales y gremios) que parecen no aportar mucho o por incapacidad o por decisión.
La apuesta se define el jueves. Cuando Alberto Fernández, Cristina Kirchner, Alxel Kicillof, Verónica Magario pongan todo de sí además de una descomunal movilización de estructura que llegaría de toda la provincia y copen una ciudad relativamente tranquila, casi antiperonista pero que podría convertirse, tal vez, en una victoria extraordinaria que fortalezca como nunca antes en su historia al peronismo provincial.
Por Joaquín Gayone
Agencia País