El caso generó una conmoción social tal que fue determinante para que el gobierno de Carlos Menem estableciera meses después el final del Servicio Militar en la Argentina.
El cuerpo sin vida del soldado Omar Carrasco era hallado hace 25 años (el 6 de abril de 1994) en el predio de una unidad del Ejercito ubicada en Zapala, Neuquén, y ese hecho generó una conmoción social tal que fue determinante para que el gobierno de Carlos Menem estableciera meses después el final del Servicio Militar en la Argentina.
El 3 de marzo de 1994, Carrasco había llegado al Grupo 161 de Artillería proveniente de la localidad neuquina de Cutral Có para cumplir con la conscripción. Sin embargo, a los tres días de haber sido reclutado se lo declaró como desaparecido y desertor, algo que le fue comunicado a sus padres dos semanas después, cuando el soldado no llegó al hogar familiar en el que iba a ser el primer día franco de su servicio.
El cadáver del soldado apareció a 700 metros de la compañía donde había sido reclutado durante un segundo rastrillaje, ya que en el primero una patrulla pasó por ese mismo lugar 15 días antes y no había encontrado nada. El cuerpo de Carrasco estaba con el torso desnudo, tenía un ojo reventado, varias costillas quebradas y, peritajes que se le practicaron, determinaron que había sido movido antes de permanecer en un sitio húmedo y oscuro, lo que explicaba el estado de momificación que exhibía.
El juez de Neuquén Rubén Caro -que años más tarde debió afrontar un pedido de juicio político por su actuación en la causa- orientó la investigación hacia «un baile» y varios castigos físicos que recibió Carrasco en los primeros días de la instrucción por parte de los conscriptos «viejos» Cristian Suárez y Víctor Salazar, quienes habían recibido órdenes directas del subteniente Ignacio Canevaro.